Las cuadrillas de emergencias en Turquía y Siria trabajaban bajo un intenso frío a primera hora de este martes con la esperanza de rescatar a más sobrevivientes de entre los escombros después de que un terremoto de magnitud 7.8 cobró más de cuatro mil vidas y derribó miles de edificios a lo largo de una extensa región.
Las autoridades temían que la cifra de fallecimientos por el sismo del lunes y sus réplicas continúe en ascenso, mientras que los socorristas buscaban sobrevivientes entre los metales retorcidos y los trozos de concreto en una región asolada por 12 años de la guerra civil en Siria y una subsecuente crisis de refugiados.
Los sobrevivientes lanzaban gritos desesperados de ayuda entre las montañas de escombros, y los rescatistas se las arreglaban para seguir trabajando bajo la lluvia y la nieve. La actividad sísmica siguió remeciendo a la región, incluyendo un nuevo terremoto casi tan fuerte como el inicial. Los socorristas retiraban cuidadosamente grandes pedazos de concreto para poder sacar cuerpos mientras las familias desesperadas esperaban impacientes noticias sobre sus seres queridos.
“Mi nieto tiene un año y medio. Por favor ayúdenlos, por favor. Estaban en el piso 12”, imploraba Imran Bahur el lunes a un costado de los restos del edificio en el que vivía en la ciudad turca de Adana.
Las bajas temperaturas y la nieve en la zona, donde también hay territorios montañosos de difícil acceso, complican las tareas de rescate.
Las autoridades locales han informado de cortes en el suministro de gas y electricidad en algunas zonas, y la empresa estatal de petróleo ha cortado el suministro de crudo hacia la región como «medida de precaución».