Dos píldoras nuevas contra el COVID-19 que se supone serían un arma importante contra la pandemia en Estados Unidos escasean y han jugado un papel poco relevante en el combate de la ola de contagios de ómicron.
El problema es que la producción aún no se encuentra a su máximo y que la píldora que es considerada muy superior, la de Pfizer, toma entre seis y ocho meses en fabricarse.
Si bien se espera que el suministro mejore drásticamente en los próximos meses, los médicos solicitan las píldoras ahora, no sólo porque la variante ómicron está causando que se disparen los casos sino porque dos medicamentos de anticuerpos que en su momento fueron los tratamientos preferidos no funcionan tan bien contra la variante.
“Este debería ser un momento realmente feliz porque ahora tenemos píldoras antivirales altamente efectivas”, dijo Erin McCreary, una farmacóloga y administradora del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh. “En vez de eso, éste parece el tramo más duro y caótico de la pandemia”.
Las píldoras —y de hecho otros medicamentos contra el COVID-19— están siendo racionados cuidadosamente, reservados para los pacientes de mayor riesgo.
“Enero va a ser un mes terrible con un millón de casos por día”, subrayó el médico Myron Cohen, virólogo de la Universidad de Carolina del Norte. “A la mayoría de la gente le irá perfectamente bien, pero tenemos que seleccionar a las personas que no y brindarles los medicamentos que estén disponibles”.