POR AP
De acuerdo con el FBI, William Rosario López se puso una mascarilla quirúrgica y entró a una tienda de abastecimientos en Connecticut luciendo como un típico comprador de la era del coronavirus, tomando frutas y otros productos. Pero cuando el único otro cliente se fue, Rosario se acercó al mostrador, sacó una pistola, la apuntó al tendero y le exigió que abriese la caja registradora.
Esa escena, dice el FBI en un documento judicial, fue repetida por Rosario en otras cuatro tiendas en gasolineras en un período de ocho días hasta su arresto el 9 de abril. Resalta una preocupante nueva realidad para las agencias de la ley y el orden: las máscaras que han distinguido a los delincuentes desde siempre les permiten ahora camuflarse entre ciudadanos comunes que las usan para evitar el mortífero virus.
“Los delincuentes son astutos y esta es una oportunidad perfecta para que se disfracen y se mezclen con los demás’, dijo Richard Bell, jefe de policía en la pequeña comunidad de Frackville, Pensilvania. Bell dice que conoce de siete robos a mano armada recientes en la región en los que el ladrón llevaba una máscara.
En marzo, dos hombres entraron al hipódromo Aqueduct en Nueva York luciendo el mismo tipo de mascarillas que llevaban muchos fanáticos de las carreras y, a punta de pistola, les robaron a tres empleados 250.000 millones de dólares que trasladaban de las máquinas de apuestas a una caja fuerte. Robos perpetrados por ladrones con mascarillas han ocurrido en Carolina del Norte, en Washington y en otras partes en semanas recientes.