El papa denuncia una humanidad insaciable de poder y dinero

El papa Francisco denunció la existencia de una humanidad insaciable de dinero, poder y placer que devora a los más débiles y causa las guerras, durante la homilía de la misa del gallo celebrada en la basílica de San Pedro.

Francisco presidió la tradicional misa del Gallo pero debido a sus problemas de rodilla permaneció sentado a un lado del altar y fue el cardenal Giovanni Battista Re el encargado de celebrar la eucaristía.

Criticó que «después de muchas Navidades celebradas entre adornos y regalos, después de tanto consumismo que ha envuelto el misterio que celebramos (…) se ha olvidado su significado«.

El papa leyó sentado su homilía y explico las tres palabras que dijo puede inspirar el pesebre: «la cercanía, la pobreza y lo concreto».

Respecto a la cercanía, el papa afirmó «que el pesebre sirve para llevar la comida cerca de la boca y consumirla más rápido» y que «puede así simbolizar un aspecto de la humanidad: la voracidad en el consumir».

«Porque, mientras los animales en el establo consumen la comida, los hombres en el mundo, hambrientos de poder y de dinero, devoran de igual modo a sus vecinos, a sus hermanos» dijo Francisco que añadió: «¡Cuántas guerras! Y en tantos lugares, todavía hoy, la dignidad y la libertad se pisotean. Y las principales víctimas de la voracidad humana siempre son los frágiles, los débiles«.

«En esta Navidad, como le sucedió a Jesús , una humanidad insaciable de dinero, poder y placer tampoco le hace sitio a los más pequeños, a tantos niños por nacer, a los pobres, a los olvidados. Pienso sobre todo en los niños devorados por las guerras, la pobreza y la injusticia«, lamentó.

Sobre la pobreza, el papa aprovechó para recordar su invitación «a ser una Iglesia que adora a Jesús pobre y sirve a Jesús en los pobres».Y citó entonces las palabras del asesinado y proclamado santo arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero: «la Iglesia apoya y bendice los esfuerzos por transformar estas estructuras de injusticia y sólo pone una condición: que las transformaciones sociales, económicas y políticas redunden en verdadero beneficio de los pobres«.

«Cierto, no es fácil dejar la tibia calidez de la mundanidad para abrazar la belleza agreste de la gruta de Belén, pero recordemos que no es verdaderamente Navidad sin los pobres. Sin ellos se festeja la Navidad, pero no la de Jesús. Hermanos, hermanas, en Navidad, Dios es pobre. ¡Que renazca la caridad!«, instó el papa.