Por Lincoln López
Hace poco más de 50 años un hombre joven español, oriundo de Mieres, Principado de Asturias, recién egresado de universidades europeas, con altas competencias filosóficas y culturales, fue llamado por su superior inmediato para informarle que había sido asignado como docente a la Universidad Católica de la República de Chile. Mientras hacía los aprestos del viaje se atravesó en su vida una casualidad que cambió el rumbo para siempre.
Resulta que el Superior recibió la visita de un amigo y ciudadano dominicano de esta ciudad de Santiago de los Caballeros, que enterado del caso, pidió la revocación de la asignación de aquel hombre joven, y fuera llevado a una naciente universidad católica, la Madre y Maestra, donde era más necesario, por la carencia de docentes y pensadores para la carrera de Filosofía, que figuraba entre las primeras de su oferta académica.
Por esa circunstancia llegó a esta ciudad de Santiago, José Luis Álvarez, como profesor de Filosofía de la UCMM, y residiendo en esa ocasión en la zona de Bella Vista. Ha estado entre nosotros desde entonces, con breves momentos de ausencia, esencialmente por razones profesionales residiendo en Santo Domingo, Estados Unidos y España. Los últimos veinticinco años los dedicó a la docencia en UTESA, a la dirección departamental y a ser miembro de su Consejo Académico. Allí nos conocimos hace veinte años, nos acercamos profesionalmente, luego tuve el privilegio de ser su discípulo, así mismo me distinguió como coautor siendo en realidad ayudante de sus textos filosóficos, permitiéndome elevar nuestra relación a la honrosa categoría de amigo, brindada en más de una ocasión con una copa de un buen vino tinto con sus respectivas “tapas”.
José Luis, te recordaré por tus valores y definida identidad cultural; por tus amplios conocimientos y tu valoración filológica para aproximar los conceptos filosóficos entre la intención y lo escrito, siempre con actitud crítica los todas las ideas, propias o ajenas; por tu puntualidad, tu permanente accionar y exigencias pero al mismo flexible; por tu mente abierta y positiva, por tu actitud alegre pero nunca en fiestas, siempre dedicado, siempre enfocado en lo que haces; y por ser siempre solidario, ah, también recordaré el volumen inmenso de tu voz en comparación con tu escaso cuerpo.
Decidiste que es tiempo de regresar a casa junto a doña Lela, tu esposa. Bien. Feliz retorno. Hasta luego querido amigo y maestro. Para terminar, y cumpliendo tu deseo, aquí no pueden faltar los versos de Constandinos Cavafis que dicen:
“Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca”.