POR DOCTOR RAMON ANTONIO VERAS
En el medio social dominicano la discusión política no se ha enriquecido; por el contrario, se ha empobrecido, porque los actores no se han comportado como mandan las circunstancias en el empleo de los métodos que hacen la lucha por la toma del poder un ejercicio propio de calificados contrincantes. El peleador que domina la política decente no hiere a su contrario en lo personal o familiar.
No es política sana aquella que se lleva a cabo entre individuos que lo único que saben es causar afrenta. Precisamente, muchos de los que hacen politiquería en nuestro país se han caracterizado por agraviar a los que no se identifican con su proceder. Demuestra estar limitado de cultura política el que se aprovecha de cualquier circunstancia para deshonrar a quien no puede vencer en buena lid.
En lugar de confrontar ideas, lo que aquí se hace es lanzar consignas huecas para sembrar confusión. El que no cree en su credo lo fundamenta en pequeñeces para que no prime la discusión doctrinaria y se imponga la chismografía que conduce a la habladuría que no produce otra cosa que disputa entre chinchosos.
Lo que hemos visto en el ambiente político nuestro son discusiones fuera de tono, llenas de jocosidades para motivar risas. Las diferencias entre politiqueros no generan análisis porque nada enseñan; solo sirven para romper el aburrimiento tomándolas como ocurrencias propias de los graciosos metidos a políticos.
La política que atrae, aquella que descansa en una ideología determinada, está hecha para ser ejercida por personas que creen en determinados principios, aunque los mismos no se ajusten a la realidad. Cualquier persona puede abrazar un conjunto de ideas absurdas y defenderlas con argumentos que le den viso de sensatez porque, a veces, hasta lo opuesto a la razón llega a sostenerse con inteligencia. Pero entre nosotros, los que hacen de la política un negocio, ante la ausencia de dominio, no tienen capacidad para ser defensores de sus desatinos.
En nuestro país, la generalidad del material humano bruto que hace política basada en la conveniencia personal, no tiene las más elementales consideraciones que esa actividad impone. La persona inteligente, aunque no tenga una gran cultura política, demuestra agudeza al razonar y exponer los conceptos con los cuales justifica sus argumentos. El que se está destacando en la política dominicana es el necio insoportable que es incapaz de mantener un diálogo sin ofender a su contrincante.
La política no es complicada, sucia ni dañina. Está comprobado que quienes la degradan son aquellos que aquí por sus limitaciones para pensar la ven como algo complejo, y para salir de su laberinto ideológico recurren a cuantos términos ofensivos tienen en su cabeza. Aquel que no sabe de política la hace repugnante ante las personas de bien que quisieran incidir en ella para contribuir aportando desde distintas áreas.
Lo que impone la realidad social dominicana es que no se le debe dejar el campo abierto a los que solo están en condiciones de accionar en política con los insultos. Las palabras o acciones que ofenden y humillan hay que eliminarlas de los debates, y para lograr semejante objetivo hay que sacar del quehacer político a los que están armados de un lenguaje de improperios y provocación.