Por Lincoln López
El objetivo de esta entrega de Cultura viva, es transcribir una importante carta escrita en Caracas, Venezuela donde residía como exiliado Juan Bosch; está fechada el 27 de febrero de 1961 y dirigida al dictador dominicano Rafael L. Trujillo Molina. En la misma el destacado opositor y hombre de letras, argumenta en su juicio, cuál es el hecho histórico reciente que le cambiaba en ese momento todo el panorama favorable al déspota para mantenerse en el poder, por otro desfavorable, y para quien, en consecuencia, los días de su tiranía estaban contados, como efectivamente ocurrió 100 días después de firmada la carta, es decir, el 30 de mayo de ese mismo año cuando fue ajusticiado el dictador por un grupo de dominicanos. Por esa razón, el documento constituye un documento premonitorio.
Me propongo reproducir el texto completo de la carta en dos entregas, dedicado especialmente a la nueva generación de dominicanos.
«General:
En este día, la república cumple ciento diecisiete años. De ellos, treinta y uno los ha pasado bajo su mando; y esto quiere decir que durante más de un cuarto de siglo de vida republicana el pueblo de Santo Domingo ha vivido sometido al régimen que usted creó y que usted ha mantenido con espantoso tesón.
Tal vez usted no haya pensado que ese régimen haya podido durar gracias, entre otras cosas, a que la República Dominicana es parte de la América Latina; y debido a su paciencia evangélica para sufrir atropellos, la América Latina ha permanecido durante la mayor parte de este siglo fuera del foco de interés de la política mundial. Nuestros países no eran peligrosos; y por tanto no había por qué preocuparse de ellos. En esa atmósfera de laissez faire, usted podía permanecer en el poder por tiempo indefinido; podía aspirar a estar gobernando todavía en Santo Domingo al cumplirse el sesquicentenario de la república, si los dioses le daban vida para tanto.
Pero la atmósfera política del Hemisferio sufrió un cambio brusco al partir del 1º de enero de 1959. Sea cual sea la opinión que se tenga de Fidel Castro, la historia tendrá que reconocerle que ha desempeñado un papel de primera magnitud en ese cambio de atmósfera continental, pues a él le correspondió la función de transformar a pueblos pacientes en pueblos peligrosos. Ya no somos tierras sin importancia, que pueden ser mantenidas fuera del foco de interés mundial. Ahora hay que pensar en nosotros y elaborar toda una teoría política y social que pueda satisfacer el hambre de libertad, de justicia y de pan del hombre americano.
Esa nueva teoría es un aliado moral de los dominicanos que luchan contra el régimen que usted ha fundado; y aunque llevado por su instinto realista y tal vez ofuscado por la desviación profesional de hombre de poder, usted puede negarse a reconocer el valor político de tal aliado, es imposible que no se dé cuenta de la tremenda fuerza que significa la unión de ese factor con la voluntad democrática del pueblo dominicano y con los errores que usted ha cometido y viene cometiendo en sus relaciones con el mundo americano”.