EL RELOJERO

CULTURA VIVA

 

Por Lincoln López

El relojero fue la figura literaria utilizada por el editor de cultura y sociólogo boliviano José A. Rojo en su ensayo, para referirse al trabajo constante, disciplinado y creativo de uno de los escritores más importantes del siglo XX. “Alguien que conoce perfectamente sus entrañas y que sabe cómo es cada una de sus piezas y cómo funcionan sus engranajes”.

Resulta interesante ver la estructura interna de un reloj mecánico. Todo un pequeño mundo lleno de decenas de piezas  ajustadas finamente  complementándose unas a  otras  para que funcione y cumpla su trabajo día a día que es el de proveer las horas y minutos. En el caso del ensayo utilizó el símil  como pseudónimo de  Antón Chéjov, el relojero, por su  extraordinaria producción intelectual.

Antón Chéjov (1860-1904) fue un médico, escritor y dramaturgo ruso, y, es considerado un maestro del relato corto y un gran exponente de la escuela realista rusa. Cuando aún no había terminado sus estudios ya comenzaba a publicar relatos y descripciones humorísticas en revistas que le hicieron famoso. Su primera publicación: Relatos de Motley, apareció en 1886.

La característica de su obra es que procura una reproducción exacta de la realidad, destacando lo cotidiano y no lo exótico, exponiendo problemas humanos, políticos y sociales. “Rechaza el sentimentalismo”. “El lenguaje utilizado en las obras es coloquial y crítico, ya que expresa el habla común y corriente”.

Conocí un poco la faceta teatral de Chéjov, primero con el monólogo “Sobre el daño que hace el tabaco” protagonizado y auto dirigido por Franklin Domínguez, luego la lectura dramatizada de “El Jardín de los cerezos” y, posteriormente, dirigí la obra “El Oso”. La historia de un terrateniente  que llega muy mal humorado a la casa de la viuda para reclamar una deuda que tenía contraída con su marido. Ella amparándose en su tristeza le niega el pago, y empieza el conflicto llegando incluso a retarse en un duelo. Pero en el fondo cada uno estaba enamorado del otro, lo que lleva a una solución muy cómica del conflicto.

Pero si importante es el teatro de Chéjov, aún lo es más sus relatos largos o “novelas cortas” que llegan 650 y más de 3500 cartas publicadas hasta el momento por las autoridades rusas, a esto hay que sumarle otros escritos periodísticos, trabajos titulados “Consejos a un escritor” y “El oficio de escritor”. Sirvan estos datos para que la nueva generación, la  juventud, vea más allá del talento, además, la ética, la perseverancia, “el conocer las entrañas y el funcionamiento de sus engranajes”. En el caso de Chéjov hay que apuntar que vivió 44 años, debido a la enfermedad de tuberculosis que padecía, incurable en ese tiempo.

Esto es válido para escritores, músicos, artistas en general, profesionales, educadores…

En su obra Consejos a un escritor recomienda: Escribo cada día, aunque poco a poco. También dice que “Sólo se aprende a escribir de dos maneras: escribiendo y leyendo. Citando a Aristóteles expresa: “lo que debemos aprender antes de poder actuar, lo aprendemos actuando”.

Como el relojero.