
Brasil, (AP).- En su quinto mes de embarazo, Daniele Ferreira dos Santos cayó enferma víctima de una fiebre alta y una serie de manchas rojas que invadieron su piel
Pero su recuperación no tardó mucho.
Pero semanas más tarde, cuando fue al hospital a realizarse un examen prenatal, las noticias que recibió fueron tenebrosas: le dijeron que su bebé probablemente tenía una grave lesión cerebral. En diciembre, cuando su hijo Pedro Juan Campos dos Santos vino al mundo, el diámetro de su cabeza medía solo 26 centímetros, aproximadamente un 20% menos del tamaño normal.
Ferreira dos Santos nunca fue diagnosticada con zika, pero ella culpa al virus por la malformación que padece su hijo y por las duras consecuencias que ello ha representado para su vida. Oriunda de Recife, en el estado nororiental de Pernambuco, dónde se encuentra el epicentro del virus, Pedro es uno de los 3.400 casos de microcefalia que pueden estar relacionados con el virus, pese a que científicamente no se ha demostrado que exista un vínculo directo entre el virus y el mal.
Originario de África, el zika se extendió por Asia y su aparición en Brasil fue registrada a mediados del año pasado. Desde entonces, se extendió como pólvora por noreste debido, en parte, a la generalizada pobreza de la región, al calor ecuatorial y a la crónica infestación del mosquito Aedes aegypti, que también propaga el dengue y la chikungunya.